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- 22/03/2022 00:00
Sin oposición no hay democracia
En dictadura aparecieron algunas rendijas donde se podía criticar al régimen. Una, La Prensa, fundada en 1980. En escrito allí, cuestioné fuertemente al jefe de la entonces Guardia Nacional, Rubén Darío Paredes, quien ya hacía calistenia para ser candidato presidencial del PRD en 1984. Se las ingenió, a través de un amigo común, a invitarme a desayunar a su residencia. Motivó mi inmediata consulta al Comité Político del PDC, siendo autorizado. Con escucharlo no se perdía nada.
Irreverente como siempre, entre café, tostadas y huevos revueltos, dije lo que repetía a diario en público como secretario general de la Democracia Cristiana: había que democratizar cuanto antes el país, dándole fin a la dañina dictadura. Paredes aguantó mi retahíla y respondió: “Ojalá el PRD tenga un secretario general como tú. Tu sí jodes, Willy”. Hacíamos oposición a diario, algo que ha ido desapareciendo del panorama político nacional.
Martinelli se encargó de terminar la oposición que ya daba tumbos. Dio a los diputados partidas circuitales del PAN por más de 400 millones, que, durante el Gobierno de Varela, el contralor Humbert se negó a auditar. Aseguraron que, para cambiarse de partido a Cambio Democrático (CD), a los tránsfugas daban 2 millones de dólares, logrando CD mayoría legislativa. Siguió igual con Varela, ya no comprando lealtades, sino alquilándolos. No fue secreto que Pedro Miguel González, para ser secretario general del PRD, hubo de contar con mucho y múltiples nombramientos de sus candidatos a delegados dentro de la Asamblea, usando de vehículo al PRD, que la presidía Rubén de León. Todo autorizado por el MEF de Varela. Planillas legislativas en mano y listado de fincas recién adquiridas por de León, no fueron suficientes para que mi pariente Humbert moviera un dedo para investigar los ilícitos que personalmente denuncié. Supongo que, como aspiraba a ser el candidato del PRD en 2019, no quería molestar a quienes le ayudarían a coronar ese sueño.
Ahora resulta lo mismo. Los diputados de CD más cuadrados con el PRD no pueden estar, lo mismo de los panameñistas. Las dirigencias de los llamados opositores carecen de la autoridad para criticar a un Gobierno con el cual están aliados en la Asamblea. Esporádicamente se oye la voz de tres diputados independientes que hacen oposición.
La Democracia Cristiana se hizo grande enfrentando al régimen y al PRD. Desde 1980 cuando se escogieron dos diputados (legisladores) por provincia con solo los dos chiricanos Camilo Franceschi y Néstor Gutiérrez, dimos de qué hablar. Igual ocurrió cuando en 1984 fuimos a la Asamblea cinco: Carlos Arellano Lennox, Raúl Ossa, Bertilo Mejía, Jorge Montemayor y yo, con un partido activo y combatiente, dirigido por Ricardo Arias Calderón. Por esa oposición, el PDC barrió en las elecciones de 1989. El pueblo supo distinguir claramente quiénes éramos la alternativa a los militares y al PRD.
El país necesita oposición. Para que exista un buen Gobierno se requiere una oposición responsable y crítica. Que no se acomode a los deseos del Gobierno de que, pagando el precio que sea, imponga su agenda. Eso fue lo que hizo Varela en 2014. Hizo alianza con el PRD para evitar que Martinelli tuviera el control legislativo. Por eso alquiló a los diputados PRD, que casi al final de su mandato, vencido ese alquiler, le hicieron tardía oposición cuando le rechazaron las dos magistradas que propuso. Ni a Martinelli ni a Varela importó un comino con el fortalecimiento de la democracia. Por eso es que estamos donde estamos.
Para ser opositor hay que joder. El problema es que tú no lo puedes hacer cuando tienes la boca llena. Como le preguntaron al crítico de Belisario Porras, Nicolás Victoria Jaén, tras ser nombrado en el Gobierno, que por qué no seguía cuestionando al presidente como antes. Se limitó a decir: “es mala educación hablar con la boca llena”.
Después nos extrañamos cuando vemos hoy que muchos prefieren la mano fuerte de la dictadura al relajo de la llamada democracia.