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- 08/01/2018 01:02
Palabras, palabras, palabras
Las palabras me atraen como imán. Por eso me intereso en las que la Real Academia Española (RAE) ha incorporado recientemente en versión digital y en el último DRAE. Mientras las registraba dentro del hardware (palabra aceptada por la RAE) que guarda mis amadas neuronas, el excontralor Alvin Weeden y Ubaldo Davis, director del programa de televisión La Cáscara, cruzaban virulentos tuits. Horas después la señora Alma Cortés, ministra durante el gobierno Martinelli escenifica, ¡otra vez en el poblado de San Carlos!, en su hermosa residencia de playa, un incidente con artillería verbal de grueso calibre. Era inevitable que estos hechos entre personas notorias del patio criollo, alborotaran aún más las redes sociales; aparecieron agudos memes y excelentes caricaturas; las televisoras, siempre ávidas de estos ‘trepa que sube', hicieron lo usual aunque censuraron las palabras gruesas de la señora Cortés.
Vuelvo a las palabras de la RAE que nutren más mis neuronas que pleitos pasajeros. Recientemente leí un artículo en el que el profesor René Hernández opina que la RAE está desde hace años ‘prostituyendo' el idioma'; y que ‘va a la velocidad de la luz'. Por otra parte el escritor Carlos Fong señala que ‘los anglicismos no afectan en nada la lengua'. A cada uno le veo su punto de razón. Aficionada a la lectura y a ‘parar la oreja' cuando de palabras se trata, considero que algunas de las incorporadas son innecesarias e incorrectas; otras, inevitables porque se han convertido en palabras de uso común. No entiendo la inclusión de vulgarismos y términos en desuso, tales como ‘almóndiga' (albóndiga); ‘asín' (así); ‘murciégalo' (murciélago); ‘dotor' (doctor); otubre (octubre); ‘palabro' (palabra). A mi juicio, lo lógico hubiera sido excluirlas por desuso e incorrectas. En cambio, tienen sentido béisbol, fútbol, tuitear, bloguero, pantis, bluyín, dron, pilates, bótox, etc., que la Academia justifica ‘por su fuerte implantación social'. Me complace la aceptación de ‘vagamundo'; en mi primer artículo de opinión publicado (1992) usé ‘vagamundo' para referirme a Rubén Blades y su vagar por el mundo con sus canciones; y dicho sea de paso, sigo prefiriéndolo como admirado y admirable vagamundo musical que como político. También aparecen ‘amigovio' pero no nuestro ‘marinovio'; ‘mariconada', como ‘mala pasada, acción malintencionada o indigna contra alguien'; ‘gitanada' y ‘judiada', son fuente de polémica por su connotación sexista o racistas, que considero las tienen; sin embargo, la RAE señala que ‘su significado negativo no está asociado con su origen'. El secretario general de la RAE, Villanueva, considera que ‘judiada' es ‘más fina que cabronada o putada'. Pues yo usaría estas dos últimas en vez de ‘judiada', que se considera racista.
El mundo de las palabras está lleno de sorpresas. Si puedo describir nalgas, pechos y muslos con estas palabras por qué acudir a las recientemente incluidas, culamen, pechamen y muslamen (‘groseras para referirse a partes anatómicas'); en cambio me encanta la palabra ‘abracadabrante' (algo muy sorprendente y desconcertante). ‘Gayumbos (que acá llamamos calzoncillos); y ‘papahuevos' en vez de papanatas (de esos abundan en la política), no las conocía; ni ‘euroescepticismo' que al paso que vamos podría llevar al ‘Panamáescepticismo'.
Creo que la RAE está aflojando demasiado. Si bien es cierto que el lenguaje evoluciona, en algunos casos más que evolución veo involución como el de los arcaísmos y las palabras en desuso antes mencionadas. Me cuesta entender que se haya incorporado ‘okupa', así con k, ‘letra que refleja una voluntad de transgresión de las normas ortográficas'; ‘jerga de un movimiento radical que propugna la ocupación de viviendas o locales deshabitados'. Estos son los que nosotros llamamos ‘precaristas' y no con k. Después de acostumbrarme a escribir Iraq, quiosco, quilo, querosín, etc. me salen con esta k que, ‘Por ser letra ajena a las bases de la lengua española, no se ha salvado de intensas polémicas a su alrededor y de propuestas de que sea eliminada porque bien podría sustituirse por una consonante c ante a, o y u, o por qu ante las vocales e o i. En las mociones para la eliminación de esta consonante se ha utilizado todo tipo de argumento, algunos de ellos tan exóticos como la propia letra. Algunos han alegado que es sencillamente fea y otros que no es lo suficientemente castiza. Mateo Alemán —autor de la novela picaresca Guzmán de Alfarache— evitaba su uso por considerarla «inútil, extranjera y difícil de escribir». Miguel de Unamuno la calificó de «antipática y antiespañola» y Salvador de Madariaga de «antagónica con el espíritu castellano». Hubo también quienes la defendieron y propusieron que sustituyera como letra todo sonido de ka y que se escribiera, por ejemplo, «asko» (en lugar de asco), «ronko» (por ronco) e «inikidad» (en vez de iniquidad). Así, en el 1630, Gonzalo Correa —que se firmaba Korrea— escribía: «kien kompra kaballo kompra kuidado». No obstante, hubo momentos en que la polémica en su contra pareció prevalecer y en 1970, por decreto de Francisco Franco, se eliminó la ka de las tablillas de los vehículos españoles, según afirma Moreno de Alba en el citado libro'. (Fuente: FundéuBBVA).
Aclaro que soy simple aficionada a las palabras de nuestro idioma, del que dijo Juana de Ibarbourou en ‘Elogio de la lengua castellana': ‘¡Lengua de toda mi raza/ Habla de plata y cristal / Ardiente como una llama / Viva cual un manantial!'.
COMUNICADORA SOCIAL.