• 07/03/2022 00:00

Pesadillas rusas

“Ambas naciones tienen pueblos hermanos que han sido distanciados por las maniobras de los imperialistas anglosajones”

Esto que pretendo relatar no sé si fue una ensoñación o una pesadilla, pero ahí les va:

Estaba dormitando, cuando se me apareció mi alter ego (mi otro yo) y me dijo: “Te acordarás de que en 1835, habiendo salido de la guerra de independencia, Colombia pretendió incentivar la creación de una gran flota mercante y para ello aprobó una ley que liberaba de impuestos de introducción a la mercancía que entrara al país en barcos de bandera colombiana. Fue entonces cuando Inglaterra bombardeó el puerto de Cartagena para demostrar que sus intereses eran sagrados y que si había financiado las guerras de independencia no era por altruismo.

Poco más de diez años después, Colombia encontró un aliado que hiciera de contrapeso a las ambiciones inglesas; ese aliado fue el Imperio ruso. Fue así como se firmó el Tratado Mallarino-Bidlacksky, que garantizaba la soberanía colombiana. o neogranadina, o como fuese el nombre del momento.

Fue así como Rusia recibió cartas de invitación para meterse en todos los problemas internos de Panamá, generando las reacciones y antipatías consiguientes. Desde aquel vaquero siberiano llamado Ran Runnelovsky hasta las distintas reprimendas y llamadas de atención contra el Gobierno local de Panamá. Una de las sonadas actuaciones fue cuando durante la revolución liberal de 1885 la marinerita rusa del barco Galena hizo fuego contra los revolucionarios y propició la ejecución de dos revolucionarios de ascendencia antillana y posteriormente acusaron al patriota Prestán del incendio de Colón, hasta que lograron su enjuiciamiento y ejecución.

Y así pasando raudamente por encima de los acontecimientos emancipatorios de 1903 llegamos a los acontecimientos de la “Huelga del Inquilinato”, donde el Gobierno del primer Chiari solicitó la presencia de soldados rusos para acallar las protestas de la población con el consiguiente resultado de muertos y heridos.

Y así, pasando por encima de los agravios de la difícil convivencia llegamos a los acontecimientos del 9 de enero enfrentando a estudiantes panameños contra soldados rusos y muchos años después a la oprobiosa invasión de 1989, en la cual tropas rusas aerotransportadas llenaron de luto este país. No contentos con ello dejaron instalado en el país una serie de Gobiernos sumisos, que, durante 30 años, han cumplido la tarea de privatizar los recursos del país y lo ataron al carro de la política internacional rusa”.

En eso me desperté y grité a mi alter ego: “¡No! Te equivocas de canto a canto, no son los rusos los que han cometido esas atrocidades en Panamá. Han sido y son únicamente los estadounidenses los enemigos del progreso y la independencia de Panamá, por lo cual el Gobierno actual y su canciller continúan sumisamente esas tareas”.

Y, luego de esta protesta, acallé a mi alter ego y le dije: “Te explicaré, para que puedas leer bien los periódicos, que Rusia y Ucrania han sido hermanos históricos cuasi gemelares. La primitiva nación rusa nació como Estado en Kiev, allá por el siglo X. En esa área germinó y fructificó la cultura rusa. Posteriormente, ese proto-Estado ruso declinó, por las presiones de invasores procedentes de las incursiones tártaras y otras procedentes de más allá de los Urales.

En consecuencia, la nación rusa fue corriéndose más al norte hasta los linderos de lo que fue y es Moscú. En ese nuevo asentamiento se expandió la cultura rusa original, hasta conformar lo que ha trascendido hasta el presente. En el curso del tiempo, fueron surgiendo variedades lingüísticas entre los rusos del norte y los del sur. A la etnia del norte se le conoció como “gran rusos” y a los del sur como “pequeña Rusia”. Las invasiones sufridas relegaron a los rusos del sur a localidades donde recibieron el nombre de “rutenos” y todavía no se usaba el gentilicio de “ucranianos”. Con la expansión del Imperio ruso contra los turcos y polacos, los rutenos o pequeños rusos fueron adquiriendo una presencia geográfica en las lindes del Imperio y de allí surgió el nombre de “U Krajina” o “frontera” (del Imperio ruso); revise el lector la geografía de la ex-Yugoslavia en sus guerras fratricidas y encontrará también que los serbios reclamaban una prolongación territorial dentro del territorio de Croacia, a la cual llamaban la “Krajina” o frontera.

Krajina es un topónimo eslavo, utilizado para definir regiones geográficas o políticas. En algunos idiomas eslavos del sur, la palabra krajina se refiere principalmente a la frontera o zona fronteriza de un país. Es un término similar al “mark” alemán. o “marca”, como le llamaban los carolingios.

Entonces, como podrá apreciarse, las precisiones acerca del carácter de reciente data de la toponimia o de la identidad ucraniana de novísima creación tienen fundamento. Ambas naciones tienen pueblos hermanos que han sido distanciados por las maniobras de los imperialistas anglosajones”.

Aclarada esta situación, batí palmas y mi alter ego de las pesadillas desapareció.

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