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Panamá, por su situación geográfica estratégica, fue escenario de incidentes vinculados a la guerra civil española que despertaron el interés de la cancillería peruana por la preocupación de que espías de uno u otro bando alterasen la democracia inca y la llevasen a un estado de alta volatilidad que pudiese desembocar en una anarquía. A este asunto se sumaba la defensa de los marineros peruanos de las dotaciones de los mercantes no españoles hundidos, averiados o capturados por los ejércitos en liza.
La guerra civil española está en su segundo año de luchas en 1938 y Cúneo Harrison, Ministro Plenipotenciario del Perú en Panamá, informaba a Lima acerca de los frutos del otorgamiento de bandera de conveniencia para Panamá. Señaló que, en aquel año, había ciento treintaisiete buques registrados bajo bandera panameña y era, en ese momento, la flota mercante más grande de Latinoamérica.
Según las fuentes consultadas por Cúneo, la bandera de conveniencia generaba anualmente ingresos de $150 mil por impuestos y otros $150 mil por el registro. Sin embargo, Cúneo indica también que, según “The Star & Herald” (edición del sábado 25 de junio de 1938), esas cifras se quedaban cortas porque se calculaban $50 mil por trimestre. Indica además que en los dos años que lleva el conflicto fueron hundidos o apresados diecisiete buques españoles con bandera panameña y afirma que Panamá no se siente tocado en sus intereses porque no está vinculado a los propietarios y no hay inversionistas panameños afectados (Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú, Caja 5-20-A,of.65,doc.65,1938).
Un mes antes, “The Star and Herald” había publicado declaraciones del ciudadano chileno Ismael Valdés que quedó varado en El Callao cuando el comisario fascista del “Orazio” le destruyó sus papeles -incluido el pasaporte- al saber que Valdés era partidario del “Comité de Ayuda a los Españoles Rojos” (MRE, Caja 5-20-A,of.41,doc.41,1938). Cuatro meses después, el ciudadano peruano José María Champique fue asesinado de una puñalada en la vía pública el 2 de setiembre de 1938; se presumió que el crimen fue nocturno y la versión oficial fue que se trató de un ajuste de cuentas debido a una deuda impaga. El consulado pagó los veinte dólares del entierro porque se asumió que la víctima era indigente ya que no se le hallaron documentos y sólo tenía un dólar en el bolsillo.
El encargado del despacho consular peruano en Panamá, José Larrabure Price, fue quien identificó el cadáver en la morgue (MRE, Caja 8-39-A,of.37,doc.36,1938), sin embargo, se sospechaba que Champique era un agente clandestino peruano cuya infiltración en alguno de los comités republicanos que existían en el istmo salió mal. Incidentes que revelan el impacto ideológico de la conflagración española en Panamá y el Perú.
Es probable que la intensidad del conflicto llevase a la autoridades del Canal a restringir el paso de municiones y armas pequeñas a un máximo de 10TM por buque y a una TM en caso de insumos pirotécnicos (MRE, Caja 5-20-A,of.14,doc.14,1938; Regulación 88-A-9, Capítulo VI de las Reglas y Regulaciones de navegación del Canal de Panamá y aguas adyacentes, firmado por el gobernador E. Ridley), lo que revela un nuevo ángulo de preocupación de los estadounidenses que buscaban reducir los efectos de esa guerra civil.
El “Andra”, buque de propietarios belgas, fue la primera embarcación de bandera panameña hundida en abril 1937 cuando transportaba suministros a la zona republicana. Entre las víctimas se encontraba el marinero peruano Luis Gómez, oriundo de Casma, cuyo deceso generó la intervención diplomática de Lima exigiendo la debida indemnización para los deudos. El segundo y el tercero fueron los cargueros “Enero” y “Hordena”, de propietarios belgas y franceses, capturados por las fuerzas nacionales, lo que llevó a una nueva intervención de la cancillería peruana para la liberación de los marineros incas de ambos buques. En lo que iba de aquel 1938, Cúneo informó que el “Wintonia” había sido capturado y el “Nausicaa” hundido, perdiendo la vida cinco tripulantes peruanos.
Esta situación llevó al Perú a manejar con la mayor prudencia su relación con Panamá -particularmente los reclamos por muertes de marineros en zona de guerra- ya que el istmo “vivía con asombro y pasión el desarrollo de la guerra [...] y había una reiterada insistencia en la contienda por parte de varios de los columnistas más destacados del país —Octavio Méndez Pereira, Leo Pardo, Enrique Ruiz Vernacci—, por el homenaje a Federico García Lorca organizado en la Universidad en julio de 1937, y por las complicadas negociaciones llevadas a cabo entre Valencia y Panamá para resolver la crisis de los centenares de simpatizantes franquistas asilados en la Legación panameña de Madrid” (Binns, 2022).
Puertos y espías fueron vectores que parecían salidos de una intriga internacional y que, en aquellos días, gravitaron en la relación bilateral hasta el primer trimestre de 1939 en que concluyó el conflicto en la Península.