• 13/02/2019 01:00

Personalidad y política, relación incuestionable

La etapa de designación de suplentes presidenciales y de otros puestos de elección ha culminado.

La etapa de designación de suplentes presidenciales y de otros puestos de elección ha culminado. Ya sabemos qué esperar de quienes están detrás de los candidatos para sustituirlos o apoyar la gestión. Cada uno de los que aspira a un espacio de mando, ha tratado de lograr que el compañero de fórmula llene sus propias debilidades en la búsqueda del voto y consolidar los diferentes proyectos que deben ponderar los votantes.

Desde ahora y antes de que entremos en la campaña propiamente dicha, la atención se dirige hacia la personalidad de los políticos que buscan ser elegidos. Este es un aspecto crucial porque de él dependen las competencias para conseguir los objetivos que se tracen en las propuestas. Hay un vínculo entre la forma de ser de una persona y la destreza de planificar sus actos en función de la gobernanza y el propio esquema de dirigir.

Ya hemos tenido una diversidad de conductas en dignatarios, por ejemplo. Han pasado por el solio presidencial desde autodenominados ‘locos', hasta tan bonachones, conocidos como ‘Pan de dulce'. Una amplia gama de administraciones con ribetes callados, prepotentes, temperamentales, emotivos, que de alguna manera influyen en las decisiones que se tomen y la dirección que lleven los emprendimientos bajo su responsabilidad.

‘Dejad que quien vaya a mover el mundo, primero se mueva él mismo. Una moral que se basa en valores emocionales relativos es una mera ilusión ‘, decía Sócrates con referencia a aquellos que ejercían el mandato. Este filósofo concibió la esencia de la correspondencia entre el quehacer político y la sociedad en su tiempo; pero con tal profundidad que hoy tienen relevancia y actualidad sus pensamientos porque se aplican al entorno cotidiano.

Existe una paradoja histórica que se remonta a esa época y que tiene que ver con la personalidad de este maestro. Algunos seguidores de él crearon una escuela filosófica que se basó en el completo abandono de los placeres y sofisticaciones y que abogaba por la vida sencilla. Fue fundada por Antístenes y tuvo como local una especie de gimnasio, Kynosargo (Mausoleo del perro); de allí provino luego el concepto kyno y derivó a cínico. La palabra griega tiene la misma raíz que ‘can' (perro). Por esa razón y además, vivir una vida sedentaria en la calle, ellos recibieron el sobrenombre de perros. El más famoso fue Diógenes de Sinope, que andaba con una lámpara por las calles y comía de lo que le daba la gente. Este desprendimiento y los enfoques que tenían del panorama sociopolítico, les hizo que fueran empujados al margen de las ciudades y de los centros de poder.

Sin embargo, la tipificación que los caracterizaba fue cambiando de sentido. La noción de cínico se transformó en alguien que muestra desconfianza hacia los valores éticos y que adopta un frío comportamiento, que se define por la ironía y el pesimismo. Esto se hace especialmente evidente porque quienes adquieren tal manera de reaccionar, demuestran falta de confianza y deferencia hacia los demás o frente a las circunstancias. Lo sorprendente es que esta forma de concebir las relaciones humanas desde la perspectiva filosófica, se traspasa a quienes ejercen posiciones de mando o gobiernan. ¿De qué manera se demuestra el nivel de sensibilidad hacia los problemas o conflictos con proyección social? En el compromiso que adopten sus dirigentes al asumir las opciones de solución y preparen las condiciones para abordarlos.

Este desempeño tiene que ver con la capacidad que se tenga y aquí es donde juega un papel el tipo de personalidad y sobre qué bases se levanta. Se necesitan ahora dirigentes que posean consolidados esos mapas mentales que iluminarán las sendas por donde todos debemos encaminarnos para llegar al desarrollo del país.

PERIODISTA

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