En medio de la tensión social provocada por la entrada en vigor de la Ley No. 462, los gremios magisteriales sostuvieron este viernes 13 de junio un primer...
Cuando se tiene un hijo, no sé cómo
decirlo, se abren las compuertas del
amor hecho sangre; todo se contamina
de una dulce ternura y el horizonte
claro se siente en las entrañas.
¿Por qué será que entonces todo se ve
distinto: la hormiga que murmura en su
débil corola, la blanca flor de armiño
que estremece la aurora y la pupila
abierta que arrulla nuestro espíritu?
Tener un hijo cambia la vida de las vidas,
es como renacer y sentirse de nuevo
como un capullo blanco, inocente y
eterno, tal como niño sano corriendo en
la llanura.
Y en esa idea fecunda de mareas y de
ensueños, en el alumbramiento de
años y de días, va la madre en silencio
cubriendo los altares de los nuevos
retoños abiertos a la vida.
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