• 18/01/2015 01:00

La aventura de la fe

La aventura de la fe inicia en un encuentro personal con Jesús, similar a este

A las orillas del Jordán, donde Juan bautizaba, llegaba gente de todas las regiones cercanas, entre ellos se encontraban también Andrés y Juan que se habían hecho discípulos del bautista (Cf. Jn. 1, 35).

Cuando Jesús regresó del desierto, donde después de su propio bautismo había sido tentado por el diablo (cf. Mc. 1, 13-14), el bautista viéndolo pasar lo señaló diciendo: ‘Este es el cordero de Dios’ (cf. Jn 1,36), sin lugar a dudas, la expresión recordaba el cordero que en la noche de la primera Pascua los israelitas habían sacrificado para pintar con sus sangre los marcos de las puertas y librar así a sus primogénitos del paso del ángel exterminador (cf.12. 1ss). Juan identifica a Jesús con este cordero, cuya sangre salva la vida de los hijos de Israel, lo cual despierta la curiosidad de los dos discípulos que ahí se encontraban.

Los dos jóvenes empiezan a caminar detrás de Jesús, que al darse cuenta se voltio hacia ellos y les preguntó ¿Qué buscan? (Jn 1,38). Seguro se vieron sorprendidos por la pregunta. En el corazón de cada Hombre, late una búsqueda continua de amor, de verdad, de belleza, de eternidad, en fin es una búsqueda de felicidad, pero al ser cuestionados no siempre sabemos que es lo que andamos buscando.

Andrés y Juan respondieron a Jesús: ‘Rabbi ¿Dónde vives?’ (Jn 1,38), la respuesta que les dio el Señor seguramente les dejó desconcertados: ‘Vengan a ver’. Cuenta el evangelio que aquel día fueron, vieron y se quedaron (cf. Jn 1, 39).

La aventura de la fe inicia en un encuentro personal con Jesús, similar a este. La Iglesia no crece por proselitismo sino por atracción, recientemente ha escrito el Papa Francisco.

Es preciso dejarse cautivar, no por una doctrina sino por la persona viva del Hijo de Dios, hecho hombre, pero la fe no puede ser solo emoción, mero sentimentalismo, sino una acción transformadora que alcance todas las dimensiones de la vida haciéndonos mejores ciudadanos, mejores hijos, mejores hermanos, mejores amigos o compañeros. El alcance de la fe, debe cuestionar profundamente nuestros valores, haciéndonos más honestos, cumplidores de las leyes, respetuosos de la justicia, amantes de la verdad, y defensores de la vida y la familia.

La vida de los discípulos Andrés y Juan, no volvió a ser la misma después de aquella tarde que pasaron con Jesús, sí hemos tenido un verdadero encuentro con Cristo, así también debe ser la nuestra. Feliz domingo para todos.

SACERDOTE

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