• 03/09/2021 00:00

Fenómeno disociador

“[…] con el tema de la vacunación, […], se está llegando a niveles de confrontación que ponen en peligro un debate dialéctico sereno y respetuoso por las partes en “conflicto”.”

Desde la aparición del coronavirus, una cantidad de controversias, inexactitudes y ambivalencias, afloraron y se difundieron en relación con el origen de este. Se afirmaba que provenía de China, y que el contagio se trasmitía por nativos de ese país, debido al consumo de murciélagos. Paralelamente, se informaba detalladamente la rapidez de infestación en el mundo, aunado a impactantes imágenes, donde personas que transitaban en las ciudades repentinamente caían muertas, víctimas del virus, pero que más parecía hubiesen perecido al ser fulminadas por una tormenta eléctrica o asesinadas de un disparo. Adicional, secuencias fílmicas donde individuos, en pasamanos, supermercados y centros comerciales, esparcían el presunto agente contaminante.

Ante la agresividad y efectividad letal del inesperado intruso, por supuesto que se generó un pánico colectivo a nivel mundial. Frente a la coyuntural situación, la Organización Mundial de la Salud, OMS, asumió el rol y liderazgo para instruir a los Gobiernos sobre la forma y método que debían implementar para superar la crisis sanitaria. Sin embargo, en el transitar de esa vía, durante el desarrollo de recomendaciones en medidas de protección, se pudieron detectar algunas contradicciones del organismo, como ocurrió en el caso de las mascarillas, que inicialmente dijeron que no eran necesarias. Se puede intuir que similar aspecto ocurrió con un grupo de científicos y médicos que cuestionaba los procedimientos del ente, ya que aseguraban que existían otras alternativas para combatir la temible plaga. No obstante, la respuesta no solo fue descalificadora y antiética, sino que llegó a propiciar actos represivos contra los colegas.

Como la verdad siempre emerge, me llegó de uno de mis contactos, que el premio nobel de Medicina, científico, inmunólogo, profesor japonés Tasuku Honjo, quien trabajó en el laboratorio de Wuhan en China, en impactantes declaraciones, revela con seguridad que el coronavirus no es natural y que fue creado en China. Que trato de contactarse con sus compañeros científicos y no aparecen. ¿Presuntamente están muertos? No es tema el entrar a detallar o investigar el porqué, pero sí me anima incorporar un elemento adicional que logré captar al respecto, y que el mismo deja en entredicho la sistemática campaña terrorífica sobre las cepas, rebrotes, nueva ola y variantes de la COVID-19. Lo reproduzco para que usted, distinguido lector, saque su propia conclusión.

“Los virus mutan porque se reproducen mucho y muy rápidamente. Pero la gran mayoría de sus mutaciones no tienen efectos sobre sus características y propiedades. La mutación nos es más que un cambio, normalmente una sustitución de una de las bases químicas que componen el material hereditario”, Fernando González, epidemiólogo molecular, director de la Fundación Fisabio. Proyecto para comparar el genoma del coronavirus en pacientes de hospitales en España.

Traigo a colación este pequeño cuadro cronológico, porque, con el tema de la vacunación, circunstancialmente, se está llegando a niveles de confrontación que ponen en peligro un debate dialéctico sereno y respetuoso por las partes en “conflicto”. Aquellos que promueven la vacuna obligatoria y quienes, con justificada y sobrada razón, se oponen, al defender el derecho individual de no inyectarse. Parece incoherente preguntar, pero ¿habrá un ser normal que quiera morir? Por supuesto No. ¡Eso lo sabemos todos! En ese orden de ideas, comprendemos la preocupación del presidente Laurentino Cortizo C. de tratar de salvaguardar la salud y vida de la población. Sin embargo, pareciese que personas y autoridades de Salud no le ayudan de la mejor forma. No es la imposición la que en método de proceder logra objetivos. Es la orientación y educación sobre el tema, la que puede concretar y materializar metas. La propia OMS, en cuidado de su imagen, se expresó en desacuerdo de imponer tal obligatoriedad.

Tal es la obcecación y tozudez, que un profesor de periodismo, en un programa radial sabatino, con irresponsable e irreverente actitud, llegó a catalogar de delincuentes y criminales a los “antivacunas”. Peor aún fue escuchar a un colega de programa radial vespertino leer parte de un artículo en el que el anterior argüía una ley del 2007, para sustentar que el Gobierno impusiera la violatoria medida. Ignoran los periodistas de marras lo que en materia legal significa jerarquía en la pirámide de Kelsen. Incluso que por encima están tratados y convenios internacionales sobre Derechos humanos y otros de análoga validez. Triste saber que personas como estas preparan a estudiantes, que, una vez terminada la carrera, al ejercerla, deben hacerlo con hidalguía, profesionalismo y docencia. ¡Que el Señor nos agarre confesados ante sumisa y sospechosa ineptitud!

Político partidista.
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