• 23/05/2014 02:00

Alérgicos a las letras

La sociedad vive con (...) una desvalorización de la palabra escrita... La ortografía sufre las consecuencias

‘Es puerta de luz un libro abierto’, reza un poema. La lectura es la herramienta que durante toda la vida nos convierte en mejores seres humanos, más preparados y más felices. Reflexiono sobre su trascendencia cuando abordo el transporte público, sitio que invita a disfrutar un rato de lectura, mientras leo y espero llegar a mi destino.

Observo alrededor y me siento como el proverbial ‘bicho raro’. Nadie lee, solo chatean. La moda en nuestra sociedad panameña es perderse en la cháchara virtual, alimentarse del morbo colectivo o compartir videos virales de poca trascendencia. Viles distracciones que resultan más cómodas que cualquier lectura. Desde juegos zonzos diseñados para mantener al usuario en letargo hasta el inútil intercambio de ‘memes’ que reflejan cuánto tiempo invierten algunos en mofarse de sucesos nacionales, no así en proponer y criticar de manera constructiva su realidad.

La sociedad vive con alergia a las letras y una desvalorización de la palabra escrita. Esto se refleja en acciones tan triviales como elegir productos alimenticios. Pocos se ponen a revisar información nutricional y fechas de expiración. Solo ven el cartel con la palabra ‘oferta’. Otros se sientan frente a la computadora a ‘leer’ los diarios de circulación nacional, sin embargo, solo picotean titulares, sin profundizar ni leer artículos completos. Ni hablar de los que hojean los titulares en el supermercado, sin pagarlos. Dios los libre de gastarse el peso que guardaron para la cerveza del día.

El escozor por la exposición a la palabra escrita continúa. Cada uno de los candidatos presidenciales tiene en su respectivo portal de Internet su plan de gobierno, versión resumida y completa. Pude constatar que muy pocos se toman el tiempo para bajar estos documentos de libre acceso. Incluso algunos de sus más fervientes simpatizantes manifiestan, sin asco, que les da pereza revisarlos. Les basta con las cuñas televisivas y los debates improvisados. Tal vez, les incomoda pensar en el prurito mental que les provocará la duda que lleva a la reflexión. Por último, están los que leen y no valoran; los que solo siguen una moda o sienten fascinación con la desgracia ajena; los que no se escandalizan si el libro se les descuaderna en las manos o está confeccionado con material de baja categoría, difícilmente entienden que no todos los libros pueden costar cinco dólares.

Más lamentable es el caso de los que cursan carreras universitarias. Prefieren fotocopiar un texto o buena parte de él, en lugar de conseguir el libro prestado o de segunda mano, libros que muchas veces son básicos en su formación. Lo peor del caso es observar a profesores patrocinar esta práctica y menospreciar el valor del libro como referencia e incluso insisten en decirles a los jóvenes que no estudien del texto, pues la evaluación será en base a sus palabras.

Se perpetúa la alergia. En cada hogar, la esquina de los libros se cubre de polvo. Las bibliotecas locales están desiertas. Las librerías hacen peripecias para atraer a una clientela cuyas prioridades son asistir al próximo concierto de un ídolo juvenil o conseguir el último modelo de teléfono celular.

La ortografía sufre las consecuencias y no es raro ver horrores de escritura en las redes sociales, letreros de instituciones y medios de comunicación. Y sin embargo, en países vecinos de situación económica más precaria, hasta el más humilde lee. Porque sabe que la cultura es la llave que abre las puertas de la oportunidad.

El pasado 23 de abril se commemoró el Día Internacional del Libro, y conviene hacer un paréntesis en medio de tanta invasión mediática y recordar la trascendencia de la lectura en la formación de cada individuo. Dejemos la alergia a las letras y reforcemos nuestra capacidad de análisis con el conocimiento que cada lectura nos deja, para enfrentar con más fuerza los embates de quienes osan aprovecharse de la cómoda ignorancia.

EDUCADORA

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