• 22/07/2025 00:00

Panamá en el Patrimonio Mundial de la Unesco

La inclusión de la “Ruta Colonial Transístmica” en la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco es, según la apropiada interpretación de la ministra Maruja Herrera, “la validación del rol de Panamá como punto de encuentro de civilizaciones, culturas y economías”. Es un triunfo del Ministerio de Cultura y de nuestra diplomacia que, después de cinco años de ausencia al nivel presidencial, ha regresado a la comunidad internacional, gracias igualmente a los viajes del presidente José Raúl Mulino, diez en su primer año, mandatario de un país al fin engarzado al mundo.

¿Qué sucedió desde la entrada en vigor (1975) de la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural de 1972 que creó los sitios del patrimonio mundial? Se crearon 1.223 sitios así en 168 Estados, la mayoría culturales (77,7 %), algunos pocos, naturales (18,7 %), y menos aún, mixtos (3,6 %). Panamá tiene ahora seis, la mitad naturales y la mitad culturales. Somos los más provistos en la América Central y el Caribe, excepto Cuba con 9, y ocupamos el décimo lugar en América, sólo superado por países mucho más grandes y poblados: México (36), Estados Unidos (26), Brasil (25), Canadá (22), Perú (13), Argentina (12), Colombia (9) y, Bolivia y Chile (7 cada uno). Superamos a Venezuela, Ecuador y Guatemala. Estamos, eso sí, muy lejos de los primeros del mundo: Italia (61), China (60), Alemania (55), Francia (54) y España (50).

El primer sitio de Panamá incorporado a la lista fue el de las “Fortificaciones del Caribe: Portobelo-San Lorenzo”, en 1980, desde 2012 en peligro por falta de mantenimiento. Está en recuperación en los últimos años, debido al sobresaliente trabajo realizado en San Lorenzo, joya cultural más accesible por el nuevo puente sobre el Canal en Colón.

El “Sitio Arqueológico de Panamá Viejo y el Distrito Histórico de Panamá” fue inscrito en el Patrimonio Mundial en 1997 y ampliado en 2003. Desde entonces ha conocido un significativo mejoramiento —gracias al activo Patronato de Panamá Viejo—, aunque todavía San Felipe sufra por contaminación sonora, insuficientes estacionamientos y abrumadora presencia gubernamental y militar-policial alrededor del Palacio de las Garzas. Falta un impulso decisivo estatal para obligar a los propietarios privados a restaurar todos sus inmuebles.

Panamá propuso en 2023 a la Unesco La “Ruta Colonial Transístmica”, que se convirtió en Patrimonio Mundial en julio de 2025. Allí, el istmo fue durante el período colonial hispánico la llave de la ruta del oro, la plata, la información, los hombres y sus productos, entre el litoral del Pacífico americano y las costas de Europa. En una geografía enmarañada del trópico húmedo, el corto camino real de Panamá (1519) a Nombre de Dios (1519) y luego a Portobelo desde 1597, tendrá otro camino paralelo más fácil y rápido, la ruta empedrada del Camino de Cruces (1527) desde la capital del istmo hasta el río Chagres y luego la navegación hasta el puerto en el Caribe. Dura esta etapa más de tres veces centenaria, hasta mediados del decimonono cuando llegan los vapores y se construye el Ferrocarril de Panamá, que por sólo 77 kilómetros conecta a Panamá con Colón (1852), heredera de la función de Portobelo en el Caribe. Se perfecciona la ruta con el Canal construido entre 1881 y 1914 por franceses y estadounidenses, ampliado por los panameños entre 2007 y 2016 con un tercer juego de esclusas que duplica su capacidad.

En 1998 como asesor del administrador de la Autoridad de la Región Interoceánica (ARI), doctor Nicolás Ardito Barletta, propuse rescatar el camino de Cruces, limpiarlo hasta la ribera del Chagres, enfrente de Gamboa, y reconstruir el centro del pequeño pueblo colonial y sus aduanas. Contábamos entonces con el apoyo técnico y hasta financiero de la Junta de Andalucía. Proyecto que añadiría un atractivo especial al Patrimonio Mundial que se acaba de inscribir. El cambio de administrador de la ARI en el año 2000 promovido por una nueva administración presidencial canceló este prometedor intento.

Entre los patrimonios naturales panameños destaca, primero, el “Parque Nacional Darién”, con 579.000 hectáreas, repleto de biodiversidad, inscrito en la mencionada lista en 1981. Desde entonces, sólo ha permitido el tránsito de migrantes irregulares, hasta más de un millón de personas en 2022-2024, la deforestación descontrolada e impedir, de manera irracional y costosa para Panamá y todo el continente, la comunicación por tierra con Colombia y completar la unión de América mediante la carretera panamericana, de 25.000 kilómetros, interrumpida por sólo 58 kilómetros en el tapón del Darién panameño (53 km en Colombia). Al oeste, El “Parque Nacional La Amistad” —que compartimos con el vecino Costa Rica—, suma 207.000 hectáreas de Patrimonio Natural, de alta montaña inscrito en la lista en 1990, mientras que el “Parque Nacional Coiba”, 270.125 hectáreas que incluyen su zona especial de protección marina, lo fue en 2005. En verdad, sólo afecta un mayor uso turístico de una zona muy valiosa.

Queda pendiente rescatar plenamente a Portobelo de la acción de residentes y visitantes que vierten mucha basura y permiten burdas edificaciones frente a la espléndida Aduana colonial restaurada por España y utilizar los parques nacionales de forma realmente sustentable.

Ahora, junto al orgullo y la responsabilidad, hay que intensificar la difusión mediático-educativa de estos patrimonios, ponerlos más en valor, otorgarles el debido mantenimiento y protección, y aprovecharlos mejor para el turismo nacional e internacional, que ofrece extraordinarias oportunidades todavía inexploradas.

Más información en mi libro “Reflexiones sobre Panamá y su destino de 1990 a 2024” (disponible en; www.omarjaen.com)

*El autor es geógrafo, historiador, diplomático
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