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- 12/05/2019 02:00
Ahora toca a un Gobierno tipo A
No debiera sorprendernos que latido por latido y contracción por contracción como lo hacen, día y noche, los músculos del corazón necesitan un abundante suministro de sangre. Podríamos estar tentados a pensar que con la sangre chapoteando en el corazón todo el tiempo, no se necesita más, pero nada podría estar más lejos de la verdad. Se requieren arterias especiales, las coronarias, para suministrar toda la sangre a la musculatura del corazón. De hecho, alrededor del 15 % de la producción de sangre arterial del corazón se destina a su propia nutrición.
Las coronarias son, por lo tanto, las arterias más importantes en el cuerpo y las enfermedades cardíacas coronarias son la principal causa de muertes. La amenaza de una enfermedad coronaria se reconoce plenamente y aunque son pocos los síntomas, son muchas las causas, siendo los estilos y hábitos de vida los más comunes. Pero la verdad es mucho más simple que eso: las enfermedades coronarias son de origen conductual y, en particular, se asocian con el patrón de comportamiento clasificado como tipo A.
En ausencia del patrón de comportamiento tipo A, la enfermedad coronaria casi nunca ocurre antes de los setenta años de edad, independientemente de los alimentos grasos que se consumen, los cigarrillos que se fuman o la falta de ejercicio físico. Pero cuando este patrón de comportamiento está presente, la enfermedad coronaria puede aparecer fácilmente en los treinta o cuarenta años. Según Meyer Friedman y Ray Rosenman, en su libro escrito en 1974, ‘Type A Behavior and Your Heart', la propagación del comportamiento de tipo A explica el porqué las muertes por enfermedades cardíacas son cada vez más comunes entre las personas más jóvenes y que antes estaban confinadas principalmente a los ancianos.
Existen publicaciones que ocasionalmente ofrecen pruebas y cuestionarios en las que se invita a los lectores a anotar sus respuestas a una lista de preguntas incesantes y a veces fastidiosas. Al comparar los resultados con una tabla de normas decidida por un panel de expertos, el lector puede conocer si, en efecto, es un buen ciudadano, esposo, amante, cocinero, juez o político, o si es solo un tipo normal. Algunas veces, estos cuestionarios revelan si una persona es tipo A o tipo B.
La primera vez que supimos acerca de nuestro tipo conductual fue en la escuela primaria, seguramente cuando la maestra hacía una pregunta que sabíamos la respuesta y agitábamos el brazo de un lado a otro en una verdadera agonía de conocimiento y nos decíamos: ‘por favor, maestra, pregúnteme a mí, por favor, pregúnteme'. El comportamiento tipo A, se nos dice, se refiere a un complejo de rasgos de personalidad que incluye una conducción competitiva excesiva y una sensación de apremio por la urgencia del tiempo. Las personas que muestran este patrón parecen estar involucradas en una lucha crónica e intempestiva consigo mismas, con los demás, con las circunstancias y a veces con la vida misma. También exhiben con frecuencia una forma de rivalidad flotante, pero bien racionalizada, y casi siempre una seguridad profundamente arraigada.
El punto acerca de la sensación de urgencia y persistencia está bien analizado. Las personas tipo A están siempre escuchando señales del entorno, ajustando y reajustando sus planes, organizando sus recursos y monitoreando el signo de los tiempos. También suelen realizar más trabajo de lo que pueden hacer cómodamente (en el tiempo), y el tiempo siempre es un enemigo. Son altamente competitivos y la lucha para sobresalir, aunque puede ser extremadamente agotadora, resulta profundamente motivante.
Todos estos son muy buenos rasgos, sin duda, para quienes quieren ser servidores públicos y hoy tratan de hacer un buen Gobierno. Y, aunque existe esa predisposición a la cardiopatía coronaria, no olvidemos que el tipo A son los grandes hacedores del mundo. Son esas personas que pueden organizar sus vidas de tal manera que aprovechan cada momento de ellos y son capaces de hacer mucho más que cualquier otra persona, incluso si viven vidas más cortas.
La coyuntura nacional obliga a que el nuevo presidente de la República escoja funcionarios que sean personas con liderazgo, seguros de sí mismos y con buen tino para llevarnos por el sendero del progreso de manera que podamos hacer las transformaciones necesarias y convertir a Panamá en un país desarrollado. Por eso, con todos sus riesgos, los funcionarios tipo A son el perfil adecuado para gobernar por los próximos cinco años.
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