• 22/05/2024 23:00

Decodificando valores: resiliencia mental

Así como una buena salud física requiere de ejercicio y dieta, debemos de ejercitar nuestra salud mental

El covid en general afectó más a los ancianos, aunque muchos sobrevivieron mientras muchos jóvenes enfermaron gravemente. Una explicación es que los menos afectados eran más saludables, sin sobrepeso, sin presión alta o fumadores. Así como enfermedades afectan a los cuerpos más débiles sin relación a su edad, las dificultades de la vida perjudican nuestro bienestar y rendimiento de no contar con un “sistema inmunitario emocional”. Lo que importa no es nuestra edad, sino nuestra madurez, que es nuestro sano juicio.

Con la madurez aprendemos a lidiar mejor con las dificultades que crecen con la edad: los retos y las presiones, económicas como sociales, la crianza de niños, las deudas, las frustraciones profesionales y la constante presión social de hacer más, de tener más éxito, sin importar el precio personal que se pague. Y como si esto no fuera poco, en los últimos años nos ha invadido un tsunami de estímulos, productos de una identidad social virtual que incrementa las tensiones y ansias.

Así como una buena salud física requiere de ejercicio y dieta, debemos de ejercitar nuestra salud mental, aumentando así nuestra resiliencia a los retos de esta complicada vida moderna.

Esta resiliencia mental se consigue, primero que todo, aceptando nuestras debilidades. Por más fuertes que nos creamos, todos tenemos un “talón de Aquiles” que puede en cierto momento desafiarnos. Debemos educarnos sobre los temas que nos aterran, sobre nuestras incertidumbres. Sin importar cual sea nuestra debilidad, existen en el mundo otros millones que la experimentan y la hayan investigado hasta escribir uno que otro libro sobre el tema. Recientemente descubrí que sufro de “pensamientos intrusivos”, efecto asociado a una personalidad OCD. En vez de amargarme, decidí consultar y aprender sobre esta muy común ansiedad de la que se han escrito decenas de libros. Las soluciones existen, solo tenemos que encontrarlas.

Otra parte importante de nuestra salud mental son los amigos, los íntimos y sinceros amigos. Un amigo que te refleje tus problemas y hasta te critique. Él no quiere desanimarte, sino ayudarte, a que veas lo que quizás no puedas ver o reconocer. Estas observaciones sinceras son más valiosas que un carro de lujo. Los buenos amigos no son aquellos que te elogian y descartan cada falta que haces, sino aquellos con los que puedes consultar tus problemas sin denigrarte, expresando una empatía y en muchos casos, una solución.

Así como el fumador ignora que podrá morir de cáncer en el pulmón, lo peor que podemos hacer es ignorar nuestra salud emocional. Aunque es menos palpable y entendida, en las últimas décadas se ha convertido en un eje importante de nuestras vidas, considerando la negativa influencia de la comunicación en masa y las redes sociales. Como el “animal social” que somos (afirmación de Aristóteles), nos es importante no perder esta conexión interpersonal, la mirada directa a los ojos del otro y la importancia de un abrazo y una palabra sincera. Al final de cuentas, todos nuestros placeres, dinero y posesiones, no valen nada si por dentro nos sentimos vacíos y sin una conexión personal y positiva con otras personas. Este es el mejor momento para entrar al “gimnasio emocional” y reforzar esos músculos mentales que nos permitan lidiar mejor con las dificultades de la vida diaria. La principal idea para reforzarte es tomar las dificultades de forma menos personal. Aunque suene difícil, la mayoría de nuestros problemas no son personales y al distanciarnos de esta forma, disminuyendo nuestro ego o emoción, podemos resolver mejor.

La otra recomendación es disminuir nuestro miedo. Hasta finales del siglo pasado nos actualizábamos con el periódico en la mañana y las noticias televisivas en la noche. Con el smartphone podemos actualizarnos las 24 horas y aún peor, las noticias tienden a enfatizar lo negativo, lo cual aumenta nuestra paranoia. Opino, la realidad es muchos menos “peligrosa” y debemos de atrevernos más, a informarnos mejor y no solo confiarnos del tema o titular provocativo. Me parece irónico que justo con el mayor acceso a información hay más ignorancia.

Y últimamente, no hay que tener miedo de pedir ayuda profesional. Yo crecí con un estigma que solo locos van al psicólogo. Actualmente ir al psicólogo es como ir al dentista, podrá ser intimidante, pero la alternativa puede ser peor. Existen mejores métodos y medicinas para tratar casi toda molestia. En estos tiempos cargados emocionalmente, debemos de reforzar esos músculos emocionales y no dejarlos controlar nuestra lógica y pragmatismo. La vida es demasiado corta para vivir con miedo a pedir ayuda.

El autor es arquitecto
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