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- 21/06/2025 00:00
Un terreno y un palacio exótico

“El entonces presidente Leguía, como había ofrecido al embajador panameño Nicanor de Obarrio, decidió que el Perú tuviese presencia en la efeméride del centenario del Congreso Anfictiónico de Panamá en 1926 por lo que tres años antes encomendó la elaboración de un Busto en bronce macizo con la imagen de Sánchez Carrión que llegó al istmo en el vapor ‘La Paz’ a finales de 1925 conjuntamente con una placa del mismo material donde se saludaba la hermandad panameño-peruana” (Raffo,2021). En los noventa y cinco años siguientes, el monumento tendrá varias reubicaciones y desde el 2021, se encuentra, por disposición edil, en la plaza “Perú”.
Paralelamente al Busto que perennizaría en Panamá a José Faustino Sánchez Carrión —Ministro de Relaciones Exteriores del Libertador Bolívar y firmante de la invitación al Congreso Anfictiónico de 1826— el Perú impulsó y estableció una Sociedad Bolivariana en 1927, dos años antes que la panameña, e inició también conversaciones con las autoridades ístmicas para la construcción de una embajada en la capital (López, 2019).
En 1928, el contrato original firmado entre los gobiernos de Panamá y el Perú estableció el arrendamiento de un terreno por 99 años. Dicha concesión prescribiría si en el plazo de cinco años el Perú no iniciaba las labores de construcción, esto es, hasta 1933.
La mejor oportunidad para estos trabajos se presentó en 1930, cuando Panamá devolvió la donación peruana de $36.390,40 que había sido entregada para desarrollar el proyecto de una Universidad Bolivariana. Al no haberse creado esa casa de estudios, las autoridades panameñas decidieron la devolución del dinero generosamente cedido por la cancillería inca, no sin antes proponer que el monto sea invertido en la construcción de la embajada peruana. Rosenthal, el encargado de negocios peruano de entonces, determinó que el costo del edificio ascendería a $60.000 y que el mejor arquitecto para esa tarea era Villanueva Meyer, peruano, que había destacado en la construcción del Palacio Presidencial (MRE,Caja 5-20-A,of.9,1930). Al año siguiente, se encarga al consulado peruano en Panamá la tarea de limpiar de maleza y nivelar el terreno baldío a un costo de $8,10 y $23,50 respectivamente (MRE,Caja 8-39-A,of.20,doc.14797,1931).
La idea de construir se mantiene vigente a pesar de los recortes presupuestales en otros rubros. Más adelante, en el informe de gestión 1931 del encargado de Negocios peruano Garland Roel, se lee que se requiere un préstamo bancario de $40.000 para edificar el nuevo local (MRE,Caja 5-20-A,of.56, sección 29,1931) pero la autorización de Lima no llegó. En enero 1932, el nuevo Encargado de Negocios peruano, Enrique Carrillo, informó que efectuará una nueva limpieza del terreno para seguir los trabajos de nivelación y sugirió que los planos contemplen una estructura funcional donde embajada y consulado ocupen el mismo local. Los planos de ese momento mostraban un palacio con modernidades como una sala de reuniones, una de conferencias y otra de exposiciones, además de los despachos del embajador, del cónsul y de los archivos.
Así se llega al año medular de 1933 en que si no se inician los trabajos de construcción de la nueva sede, el terreno revertiría a Panamá. Se aceleraron entonces las negociaciones para lograr una prórroga, la misma que se suscribió el 25 de enero de 1934 entre el Encargado de Negocios del Perú —ahora García Bedoya— con los debidos plenos poderes, y el canciller de Panamá. Por parte del Perú, la adenda que estableció la prórroga al contrato de arrendamiento fue aprobada por Resolución Suprema (MRE,Caja 8-39-A,of.1,1934) mientras que Panamá, por su parte, aceptó la suscripción del contrato de prórroga mediante una Nota Diplomática del 3 de febrero de 1934.
Transcurren veinte meses y García Bedoya solicita con urgencia la autorización para efectuar el acto y canje del contrato de arrendamiento “del terreno cedido por Panamá al Gobierno del Perú para edificar un local diplomático. El documento de ratificación por parte panameña está listo, pero falta la parte peruana” (Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú, Caja 5-20-A,of.1,doc.1,1936). Sin embargo, debido a las demoras de Lima, García Bedoya, como encargado de Negocios, firma un Protocolo Adicional en 1936 para no perder la concesión. La cancillería peruana finalmente envía el instrumento de ratificación y los Plenos Poderes para el canje de las ratificaciones (MRE, Caja 5-20-A,of.4.doc.4,1936) los que llegan a manos de García Bedoya el 25 de marzo de 1936. Tres días después, el 28, informa a Lima que se realizó la ceremonia de intercambio. Por el lado de Panamá actuó con plenos poderes, Raúl de Roux, subsecretario de relaciones exteriores (MRE, Caja 5-20-A,of.9,doc.14,1936).
Infortunadamente, a pesar del deseo de colaboración de ambas cancillerías, debido a las limitaciones presupuestales y la crisis fiscal peruana de 1939, el terreno siguió baldío y hubo que preparar los documentos para su reversión.